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𝐄𝐥 𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐖𝐢𝐥𝐥 𝐒𝐦𝐢𝐭𝐡


Para ser honesto —y aunque ahora veo que me equivoqué—, al ver el incidente de los Oscars —del que todo el mundo habló, y que marcó un pico de audiencia 68% mayor a la de antes del citado incidente—, yo estaba convencido de que se trataba de una escena planificada por los productores de la ceremonia. Es razonable —pensé—, por un lado son actores profesionales y por el otro, los ratings del evento han venido en picada desde hace algunos años, así que… ¿Qué mejor que un escándalo tipo “me equivoqué de miss universo”, o el inédito “disculpen La La Land no es la ganadora a mejor película” (en 2017)?


Pero bueno, las sanciones de la academia, y las declaraciones de los protagonistas, me hacen caer a la razón de que el exabrupto gatillero de Smith fue genuino. Lo cual me lleva a alejarme de la levedad con la que ví este asunto y, aunque pareciera no merecerlo, acercarme a reflexionar sobre los trasfondos y detonantes para que estos improbables sucesos —que no se veían antes en espectáculos de este nivel— se estén dando. Compartirán conmigo la sensata idea de que, lo que les pase o no a estos trabajadores de la actuación no debería inquietarnos ni ser más relevante de lo que merece. Es solo entretenimiento y arte —en los mejores casos—. No obstante, lo destacable en todo esto, es que con el nivel de exposición que esta gente tiene, sus acciones (fuera de la ficción) les vuelven referentes en muchos niveles. Y con ello, nos da una idea, una muestra, un retrato de la sociedad de la época (intereses, valores, antivalores, códigos, percepciones etc.). Medida —lo sé—, que podríamos tomar de cualquier sujeto ordinario. Pero insisto, la exposición de estos trabajadores de la industria , les vuelve muestras idóneas.


Se entendería de perogrullo, que los actores —increíbles intérpretes— entienden meridianamente la diferencia entre ficción y realidad. Que entienden que los ideales que sustentan las historias construidas en esos guiones son una ilusión, una construcción arquetípica del ideal humano: Un héroe o heroína invencibles, un amor romántico perfecto, un final feliz donde el bien es siempre el triunfador, una humanidad que —aunque torpe—, siempre termina por enmendar el error y salir triunfante, y así… todas esas tramas que ya conocemos. (y que así también deberá entenderlo el resto de personas/espectadores). Sin embargo la actitud soberbia, irrespetuosa a miles, megalómana y la jactancia de presumir haber hecho “lo honorablemente correcto” de parte de Smith, nos hace sospechar que los actores a veces confunden un lado y el otro ( la ficción con la realidad o viceversa). ¿Es acaso apenas probable que también esto nos ocurra a nosotros?

Mucho me temo —y quisiera nuevamente estar equivocado—, estas confusiones podrían ser más comunes de lo que parece. Y no me refiero a extremos cómicos como el del sujeto que sale más fornido de la sala al ver “The Avengers”, más inteligente al ver “Good Will Hunting” o enemigo del clero al ver “El Crimen del Padre Amaro”. Quiero más bien apuntar a ideas más profundas y serias como la idea del amor romántico por ejemplo, o la de la felicidad, ideas sobre la venganza, la valentía, el propósito de la vida o mil temas más. La industria del cine, quiérase o no, tiene la capacidad de generar transformaciones en el pensamiento colectivo e instalar en nosotros conceptos y pre-conceptos que —si bien pueden inspirarnos— pueden desubicarnos y confundirnos sutilmente.


Un ejemplo simple es el caso del amor romántico. Las personas, a través de la pedagogía de la ficción, aspiran —con inocencia o ilusión— a encontrar esa media naranja ideal, esa alma gemela, ese complemento perfecto que garantizará su realización personal en el área sentimental. 𝗘𝘀𝘁𝗮𝘀 𝗳𝗮𝗻𝘁𝗮𝘀í𝗮𝘀 𝗿𝗼𝗺á𝗻𝘁𝗶𝗰𝗮𝘀 𝗮𝘆𝘂𝗱𝗮𝗻 𝗮 𝗼𝗯𝘃𝗶𝗮𝗿 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗹𝗲𝗷𝗶𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗿𝗲𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗹𝗲𝘀 𝘆 𝗼𝗯𝘃𝗶𝗮𝗿 𝗹𝗮𝘀 𝗻𝗼𝗿𝗺𝗮𝗹𝗲𝘀 𝗶𝗺𝗽𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗼𝗻 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗻𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀: un mal temperamento, una perturbadora espinilla, una flatulencia, una amorfa protuberancia abdominal, una halitosis, un invivible pariente… el egoísmo, las inseguridades, los altibajos emocionales y el sinfín de defectos propios de una persona. Unos más otros menos.


En contraposición, la realidad es que… 𝗲𝘀 𝗹𝗮 𝗱𝗶𝘀𝗽𝗼𝘀𝗶𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲 𝗮𝗺𝗮𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗰𝗮𝗱𝗮 𝘂𝗻𝗼 𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲, 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲 𝗹𝗮 𝗱𝗶𝗳𝗲𝗿𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗮𝗹 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘀𝘁𝗿𝘂𝗶𝗿 𝗿𝗲𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀. Habrá algunos que tienen mucho para dar, habrá otros que poco. Habrá a quienes la tarea de amar —por la virtudes de la contraparte—, les sea más fácil o habrá consecuentemente otros a quienes amar les dolerá. Lo que es un hecho es que, 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝘃𝗶𝘃𝗮 𝗲𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝗳𝗮𝗻𝘁𝗮𝘀í𝗮 𝗶𝗱í𝗹𝗶𝗰𝗮, 𝘀𝘂𝗳𝗿𝗶𝗿á 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗮𝘀 𝗳𝗿𝘂𝘀𝘁𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 y terminará por echar a perder lo que pudo ser una hermosa relación entre personas normales. Fuera de lo anterior, ¿son nuestras visiones de la vida más cinematográficas que reales? ¿Cómo estamos viendo la cruda realidad de la guerra (Ucrania, Yemen, Afganistán y muchos etc.)? ¿Estamos tomando en serio el tema del cambio climático, o nos parece una exageración como en “2012” (la película)? ¿Nos parece el narcotráfico un tema ajeno y lejano idealizado por las narcoseries? ¿Qué lente usamos para entender los temas de género, política, fe, migración, intolerancia, pobreza y mil temas más que merecen nuestra más objetiva interpretación? ¿Ficción o realidad?


Cómo ven, 𝗲𝗹 𝗻𝗼 𝗲𝗻𝘁𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿 𝗹𝗮 𝗱𝗶𝗻á𝗺𝗶𝗰𝗮, 𝗰𝗼𝗵𝗲𝗿𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝘆 𝘀𝗶𝗴𝗻𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗱𝗼 𝗿𝗲𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗻𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝗳𝘂𝗻𝗱𝗲 𝘆 𝗱𝗶𝗳𝘂𝗺𝗶𝗻𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗲𝘅𝗽𝗲𝗰𝘁𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗱𝗲𝗯𝗲𝗿í𝗮𝗺𝗼𝘀 𝘁𝗲𝗻𝗲𝗿 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗮𝘀. ¿Verdad Sr. Smith?


Buen día para todos.

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