¡𝐏𝐈𝐎𝐉𝐄𝐑𝐎!
Que lindo sería que cada niño de nuestro sistema educativo público pudiera, desde pequeño, conocer el mundo microscópico de la materia.
No solo tendríamos niños súper aseados con cabelleras inmaculadas (𝘱𝘶𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘳𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘢𝘭 𝘷𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘶𝘤𝘦 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘪𝘰𝘫𝘰, 𝘴𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳í𝘢𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘰𝘯 "𝘤𝘢𝘳𝘳𝘰𝘴 𝘤𝘩𝘰𝘤𝘰𝘯𝘦𝘴" 𝘺 𝘴𝘦 𝘢𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘳í𝘢𝘯 𝘢𝘭 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘤𝘩𝘶𝘱𝘢𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘢𝘯 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘶 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘰 𝘤𝘢𝘣𝘦𝘭𝘭𝘶𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯á𝘯𝘥𝘰𝘭𝘦𝘴 𝘢 𝘮𝘰𝘳𝘪𝘳), sino que además, generaríamos en esas cabecitas, —a través del milagro de la ciencia y el conocimiento— un 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬, 𝐫𝐞𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬, 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐭𝐢𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐞 𝐢𝐦𝐚𝐠𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢ó𝐧.
Desde niños, deberíamos también aprender a reconocer los otros parásitos chupasangre que absorben —también de nuestras cabecitas sedientas— el alimento del saber, y con ello, las oportunidades de sentir, pensar, soñar y hacer. Quitándonos el conocimiento, nos robaron el futuro y nos condenaron al presente que vemos hoy.
Estos otros parásitos —que probablemente, son más horribles e insaciables que los primeros— ostentan cargos públicos en nuestros sistemas de educación, salud, agricultura, vivienda etc. —incompetentes a lo sumo— no tienen idea de lo que hacen y notarlo, no necesita de microscopio alguno.
Si bien ya somos adultos y no portamos más piojos. Los parásitos siguen chupando nuestra sangre y "anemizándonos"... debilitándonos... enfermándonos. Nos han convertido en los más "chucos y famélicos" del hemisferio. Así nos califica el resto.
Aprender a reconocerles se hace urgente. Y así, a la "primera picada" expulsarles de nuestros sistemas —de todos— sin que tengan la menor oportunidad de embeber nuestro bienestar colectivo.
Aún no es tarde. Aunque es 𝙥𝙞𝙤𝙟𝙚𝙧𝙤 𝙮 𝙡𝙞𝙚𝙣𝙙𝙧𝙚𝙧𝙤 el que nos cargamos, y aunque lucen monstruosos e intimidantes. No son más que gente sin valores, oportunistas sin talento, lo más triste que el país ha alumbrado. Lo irónico es que son nuestros empleados, no lo olvidemos. Y es tiempo de prescindir de sus nefastos servicios.
𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐔𝐝𝐬.
att. W. Cruzant.
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