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𝐉𝐎𝐇 𝐲 𝐁𝐮𝐤𝐞𝐥𝐞

11-11-2020

Ya lo era antes de Eta, pero con los acontecimientos recientes, cada una de esas dos palabras —por sí solas— estimulan una reacción espumosa en nuestras mentes. Y basta enlazarlas con la conjunción “y” … y esa reacción se estimula aún más como un nano bigbang.


Es el gran poder de las palabras. Se necesitan apenas dos, —tal cual es el caso—, para generar torrente de ideas, opiniones y extremas emociones. Sin embargo, en esta ocasión no quisiera hablar ni de JOH ni de Bukele. Bueno, miento. Si quisiera. Pero me reservaré para hablar del tercer elemento del título de este escrito: La “y”.


Todos sabemos que esta conjunción se usa habitualmente con un valor de unión, suma o adición: Fuerte y claro, playa y sol, rico y famoso, feo y acabado, arroz y frijoles, etc. Usada de esta forma, la conjunción establece una relación complementaria, un nexo coordinante entre las palabras enlazadas y hasta las armoniza. Pero tenemos el otro uso, el de lo diametralmente opuesto, aquello que bien sabemos representa dos lados contrarios, dos ideas muy distintas, dos extremos: Fuego y lluvia, mito y realidad, amor y odio, Dios y el diablo, o aquella inocente frase de antaño en la primaria: Tan grandote y en primero.


¿Cuál de los usos resulta más estimulante? ¿Sí o no que esta segunda aplicación punza más las ideas? Incluso es hasta ¡más poética! Ello explica porque el decir por ejemplo: Maduro y Diosdado, Evo y Correa, Daniel y la Chayo no resulta tan estimulante como decir JOH y Bukele.


La fuerza retórica que cada uno de esos dos vocablos tiene, está estrechamente ligada a las pasiones que representan cada uno para el colectivo. Para unos de simpatía para otros de repulsión, para unos admiración para otros desprecio, para unos nobleza y para otros maldad, para unos esperanza y para otros dolorosa resignación… y así una gran lista de combinaciones.


Al agregar la conjunción entre ellos, a pesar de ser opuestas —insisto—, paradójicamente se cohesionan, se fortalecen aún más sus significados (aumentando su polaridad) y esa es la razòn por la que sigue Ud. en la lectura. Esperando que el aura de tensión tenga un desenlace, sea con estimulantes calificativos para cada uno o sea encontrando nuevos datos que confirmen esa tensión. Lamento defraudar. Como dije, este no un análisis político, ni un pronunciamiento ciudadano virulento.


Son épocas complejas. Momentos de grandes contrastes. Tiempos que al parecer requieren cada día más de ese elemental recurso lingüístico para comprenderse. Tiempos convulsionados donde lo que parecía anormal dejó de serlo y donde lo normal era antaño inaceptable.


Tiempos extraños de tensión, de fricciones y de desacuerdos. De movimientos libertarios trastornados y de radicalismos nacionalistas. Tiempos de división: intrapersonal y colectiva, de mayores fracturas en la familias, de fuerte indiferencia en la comunidad… tiempos de países rotos. Tiempos de “líderes” inmerecidos e insufribles, de jueces ilegales, legisladores derogados/reprobados por su mismo pueblo y de religiosos cegados por la oscuridad densa del amor al poder.


De tal forma que las combinaciones estimulantes de nuestros tiempos no son más las de épocas poco lejanas como amor y paz, honor y dignidad, fuerza y coraje, amor y rigor, vocación y servicio, esfuerzo y sacrificio… No. Esas pasaron a ser mancuernas raras, extravagantes, medio ridículas para esta generación. Una generación que responde mejor a: poder y dominación, abuso e intolerancia, odio y rencor, racismo y discriminación, desprecio y humillación, falso y vacío, amor y conveniencia, cinismo y cobardía, violencia e impunidad, o una de las peores… indiferencia y apatía.


Así que JOH y Bukele no son más que dos representaciones semánticas de lo que ocurre en una sociedad postmoderna consumida por los contrastes extremos. Son solo una representación que evidencia los anhelos, la fe y la ilusión de un país; frente a la desesperanza, caos, bajeza y deterioro de otro, cuyos moradores —estos últimos— siguen dormidos, indiferentes, agotados, resignados y enfermos. Con —por desgracia— una sola cosa para decir: “¿Y?”




Un abrazo amigos. Att. W. Cruzant

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