𝐃𝐞𝐦𝐚𝐬𝐢𝐚𝐝𝐨 𝐑𝐮𝐢𝐝𝐨 (𝟏)
—“¿Ahí si corres verdad, basura?”
… fue solo una de las inoportunas frases de Héctor Vargas —técnico del Marathón— para uno de sus exjugadores (ahora en el equipo rival), durante un juego hace un par de semanas.[1] Dicen que Vargas es así… emotivo, y que dice muchas cosas como esas durante un juego. La diferencia es que ahora, con estadios vacíos gracias al COVID-19, los gritos de los técnicos se escuchan muy claros.
Cuando hay ruido, cuando hay distractores, cuando la atención del resto está en algo más. Uno puede decir, planear y actuar de manera arbitraria y bajo el radar.
Ayer 09 de diciembre, se celebró el Día Internacional Contra la Corrupción. En Honduras, por razones más que obvias, debió haber sido un día SOBRESALIENTE, con actividades masivas, diversas, planificadas con anticipación y de gran impacto mediático. Pero, ¿qué creen?, no fue ni cerca de eso. ¿miedo?, ¿desinterés? ¿conformismo?... No. En mi opinión: RUIDO.
En el país número 146 en el índice mundial de percepción de corrupción, —donde el peor es el lugar 180—; el mismo que se reconoce como el más pobre y más desigual del continente… los distractores son la norma. Los estrategas aliados al status quo tienen mucho trabajo: Mantener un nivel de distracción suficiente para que la gente no se concentre en los temas importantes y permita que la dinámica perversa siga su curso. Claro que, en el caso de nuestro presente, la corrupción made in Honduras, ya es de nivel PRO. Y por tanto la estrategia distractora, —los decibeles de este ruido— debe ser también nivel PRO.
Se trata nada y nada menos, que de una máquina bien aceitada, cuyas piezas fueron ensambladas de a poco y con notoria planificación. El corrupto PRO made In Honduras es listo, previsor, estratégico y como característica sobresaliente, malévolo (aunque de esto último, podría no estar tan consiente). Y aunque esta máquina es altamente eficiente para el mal y la desgracia colectiva, al mismo tiempo puede resultar frágil. No en su estructura, pues esta mole del mal remplaza y descarta sus piezas no funcionales, asegurándose que sean desechadas y silenciadas. No obstante, su fragilidad estriba en su combustible. Así es. Sin fuente de poder ningún artefacto funciona, y la fuente de poder de una estructura criminal en un gobierno es —paradójicamente— el pueblo[2].
Sin la complicidad del cuerpo, sin la pasividad del colectivo; las sanguijuelas que desangran el erario público y los recursos, no tienen a quien succionar, manipular, dominar. Las personas que habitamos este país, subestimamos —o en la mayoría de casos, desconocemos— el rol que tenemos y el poder que concentramos como conjunto. Y no hablo de las urnas, que bien sabemos son parte del ruido. A esta altura del partido —y a los niveles PRO que experimentamos en corrupción—, hablo de otros mecanismos. Mismos que, usados inteligentemente, pueden desoxigenar a los grupos que controlan esta orquesta nefasta y con ello, liberar a todo un país capturado y condenado a la miseria.
[…]
Los “buenos”—los que fingen serlo— y los malos, están en la cancha. Los buenos —los reales—, están en las gradas, creyendo ver una competencia. Pero es una farsa. El juego está arreglado y jugarlo es lo menos importante. El verdadero propósito es el ruido. Y cada uno de nosotros —la mayoría sin planearlo—, está contribuyendo a generar este ruido ensordecedor que impide escuchar cómo los que conducen la partida gritan, sin empacho alguno, las maneras en que seguirán hundiendo más y más en la miseria, a todo un país.
Hay demasiado ruido.
Att. W. Cruzant
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