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Diez generaciones infectados


(15 de Mayo día internacional de las familias)


En un foro televisado para El Heraldo de México, bajo el tema “Crisis Política en Honduras”, el hondureño y exministro de Cultura Rodolfo Pastor Fasquelle, cerró el debate con ideas que fueron quizá, las más sensatas de la discusión:


“Yo soy historiador no politólogo, por tanto, yo no sé nada de lo que va a suceder en Honduras en los próximos 2 años. Lo que puedo decir, es que la situación actual es crítica y NO VA A EVOLUCIONAR POSITIVAMENTE; que los casos de narcotráfico en NY son apenas el principio de un túnel cuyo final no vemos ni mucho menos iluminado; que va a continuar ampliándose el círculo de los implicados y que eso tiene consecuencias para la gestión cotidiana del gobierno. El gobierno está paralizado, las personas que forman parte de la oficialidad están aterradas. Por tanto, tenemos una situación de inoperancia potencial del país”.


¿Es este Cruzant, un artículo político? ¿Qué diantres tiene que ver eso con la familia? Paciencia, vamos allá:


La entrevista es de octubre de 2019, cuando el tema “Tony” estaba en la picota de todo el continente. Ocho meses después, la situación ha cambiado. Sí, ha cambiado, pero para peor. Sin embargo—al menos por hoy—no quiero detenerme en lo obvio.


La incertidumbre, el miedo y la desinformación tienen un poder desmedido sobre las personas. Esa parálisis de la que Fasquelle habló, y que aludía únicamente a funcionarios de gobierno, ha de entumecer a más personas que solo a burócratas.


La situación política, social, sanitaria, de desinformación, de latrocinio desmedido y mil y un males de esta Honduras, nos paraliza individual y colectivamente y la familia tiene mucho que ver en ello. Si bien un estado tiene la responsabilidad de educar y sacar de la oscuridad a su población, en países como el nuestro nunca ocurrirá. Ya que ello, sería una contradicción para los retorcidos propósitos de su clase gobernante. Por tanto, quien ha de jugar ese rol es la familia.

Es en casa y no solo en parques, cafés o foros televisados es donde deberían hacerse las lecturas sensatas de lo que ocurre a nuestro alrededor —barrio, ciudad, país—.


Las familias son el motor de un país. En la Familia se nace y se muere. Desde ella se realiza la lectura que permite comprender el fenómeno humano en todo su significado personal y social[1]. En la familia aprendemos cosas elementales como cuidar nuestra dentadura o por el contrario sonreír con labios apretados; aprendemos a respetar o no hacerlo, a ser productivos o dependientes; aprendemos a ver hacia el futuro o al pasado; Ahí se nos enseña a liderar o a ser ovejas; En el seno familiar también aprendemos a tener miedo. Miedo a cosas, personas o situaciones… y sobre todo en la familia muchas veces 𝗮𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝗻𝗼 𝗮𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿. Y esto último entumecerá ramas, frutos o semillas que sociedad alguna pretenda hacer germinar.


Esta parálisis, por tanto, no es física. No es por confinamiento o cuarentena, no. Es una mucho más peligrosa: Es una parálisis mental, un entumecimiento de ideas, razonamientos y acciones que al final, resultan peor que una parálisis física.

El Sr. Fasquelle es muy acertado al decir que el miedo y la incertidumbre paralizan, pero se queda corto al no enfatizar que la ignorancia y la desinformación son un sedante aún más efectivo.


Pensemos y autocuestionémonos: ¿Qué hago como esposo, esposa, madre padre o incluso hijo… para combatir estos males que nos paralizan como sociedad y país? Condenar o desaprobar lo que estos malhechores hacen no parece ser suficiente.

Lo que está sucediendo actualmente en el país no tiene precedente. Estamos ante la más vil y abyecta clase política y empresarial —en buena medida— que, habiendo preparado malévolamente el escenario legal, están tomando provecho de todo lo que puedan para beneficio propio. Y condenándonos con ello a más décadas de miseria y oscuridad.

Si bien esto no es nuevo en la historia de estos países, las manifestaciones recientes trascienden lo visto. Pero ¿sabe qué?. eso no sería lo peor. No. Tal como lo peor del COVID no es el virus SARS-CoV-2 sino la propagación descontrolada por el descuido colectivo; tal como lo peor no es la pobreza sí no más bien la falta de educación y oportunidades; así, aun peor que la corrupción lo es esta parálisis que conocemos mejor como indiferencia.


La familia hondureña está sumamente distraída y con ello inmóvil, lerda. Sigue creyendo que lo que pasa no es asunto suyo. Que las discusiones que se dan en los consejos de ministros, en reuniones parlamentarias o en corporaciones municipales le son ajenas. “Esos son temas de MEL, JOH, LUIS, NASRRALLA etc.” suele decir la gente. “Políticos… ¡vah!”… Que parálisis más perniciosa. Que letargo tan mutilador. Que genial y macabra idea implantada en nosotros por el reducido grupo de pérfidos abusadores de siempre.

Esta abyecta anestesia tiene condenada a la familia hondureña. Y mientras no digamos ni hagamos algo, esta parálisis nos irá matando de a poco. Ud. sabe que ya tenemos varios cánceres que nos provocan mucho dolor… ¿no haremos nada al respecto?


[…]


Yo tampoco soy politólogo Don Rodolfo, tampoco historiador. Pero no es necesario tener especialidad alguna para intuir lo que sucederá en los próximos 2 años, 2 décadas o 10 generaciones.


Un abrazo para todos.


W. Cruzant



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[1] Morandé, Pedro. Familia y Sociedad. (1998) Reflexiones Sociológicas. Editorial Universitaria. Santiago de Chile

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