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Pascua, Coronavirus y Polache.


Cuando conocí a Paul Hughes en las aulas universitarias, entonces nadie le conocía por Polache pero si por ser algo excéntrico. Llegaba con sus botas y su sombrero desaliñado la mayor parte del tiempo. Era de los alumnos no muy aplicados y por consecuencia, de los menos preferidos por los grupos de trabajo. (inclúyaseme en este sentir por favor). Sin embargo tenía algo que, su futura fama y faceta de artista y músico han ratificado: Siempre fue un tipo genuino. Al escucharle hablar sigue siendo el mismo sujeto con lenguaje y maneras campesinas que destacan esa autenticidad que le caracteriza.


Ayer lo escuché en una entrevista radial y… entre varias cosas, mencionaba el hecho de que como muchos, hace días estaba deschambado. Esto por el evidente hecho de que él y su manager Carla (su esposa) viven de la industria del entretenimiento —en coma desde la era coronavirus—.


Paul decía que es la primera semana santa que pasa con la familia desde hace muchos años. ¿Por qué? Pues porque normalmente en esta época está amenizando chongenges veraniegos (chonguengas en otros países), que suelen estar atestados de gente quienes lo último que tienen en mente es conmemorar la efemérides que —irónicamente— les permite tener ese tiempo de diversión.


Pero lo más importante que dijo Paul, es que se siente agradecido por estar en familia. Porque según testifica, —y estas no son mis palabras— él era un maldito con su esposa. El “20” —dice—le cayó varios años después de haberse casado, y gracias a que Carla le ha encaminado en las sendas de Dios es que ahora es diferente. (Carla habló en la entrevista, tuvo la oportunidad de negarlo todo si acaso hubiese sido necesario, pero no lo hizo).


[…]


Esta Semana Santa ha sido singular para muchos más. Ver las tomas abiertas transmitidas por los canales de streaming del Vaticano, en una basílica de San Pedro vacía, no deja de sorprender. La era coronavirus nos está mostrando cosas de las que nunca habíamos sido testigos. Lo mismo ocurrió en Jerusalén en la iglesia del Santo Sepulcro (donde según la tradición cristiana Jesús fue crucificado). Esto no ocurría al menos hace un siglo. En las iglesias evangélicas igual. Nos hemos tenido que poner creativos: reuniones virtuales, tiempos de alabanza con un par de voces y guitarra, sermones cortos grabados en casa con algún dispositivo y grupos de chat más activos que nunca para seguir haciendo iglesia.


Las imágenes de la Semana Santa convencional desaparecieron abruptamente, tanto las de las playas como las de las coloridas alfombras y procesiones. Estas últimas, un eco lejano —pero vigente— de la tradición religiosa bizantina, medieval —y de épocas posteriores— que inspiraba a los feligreses a través del arte, de lo visual (con la magníficas obras de arte de Miguel Ángel, da Vinci, Caravaggio, Rafael etc. ) y de lo auditivo, con incontables obras maestras de grandes músicos.


¿Y qué pasa entonces cuando no tenemos nada de esto? ¿Qué pasa cuando una pandemia nos confina y se acaba todo el andamiaje a los sentidos? Yo les diré que pasa: Volvemos a lo simple, a lo genuino, a lo humano; al inicio de lo que conocemos como iglesia; al compartir de la forma más descalza, sin encajes ni máscaras. Desnudos y frágiles ante el gran creador. Conscientes de que somos un soplo y que nuestro apego al Señor —creador del ARN, de la célula y con ello de la vida— es lo único que nos consuela y alienta.


¿Acaso sin alfombras, sin procesiones, sin templos ni recintos concurridos; acaso carentes de grandes recursos multimedia y lejanos de la mirada religiosa inquisidora… acaso así sencillos, temerosos y vulnerables… podemos resistirnos al Dios que en Jesús se encarnó con un propósito salvífico maravilloso? quien murió y resucitó, abriendo con ello la puerta para que le pudiéramos conocer más de cerca, de manera más personal; viéndonos en él humildes, compasivos y movidos a misericordia, amorosos, obedientes incluso en el dolor, valientes ante el temor y con ello victoriosos. Convirtiéndonos en la mejor versión de nosotros mismos ¿Podríamos acaso habernos más vulnerables?


[…]


No te ganaste el billetillo esta semana Polache, pero te aseguro que el tiempo de consagración al Señor que están teniendo con Carlita y los tres guazalos será de mejores dividendos que todos tus recitales juntos.

Dios les bendiga amigos.

Att. W. Cruzant

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