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4 amigos


Con las aulas vacías y los gases lacrimógenos paseando villanos por ciudades y carreteras, muchos olvidaron al protagonista del día: El árbol. Tanto se nos habla del árbol que en la rutina de la mención, se diluye el interés y la atención misma. “Cuidemos los árboles”, sembremos un árbol”, “Amemos los árboles” nos dicen, importantes y justas órdenes, pero… ¿cómo amar lo que poco se conoce?

En nuestras selvas de concreto muy pocos individuos de esta estirpe van quedando, y los pocos que quedan son unos enanos que no hacen honor a esos colosos de 60 mtrs. que nos acompañaban hace solo un siglo. Si por suerte nos encontramos con uno, —como fue mi caso hace un par de años en Agua Blanca Norte (cerca de Mico Quemado)— quedamos maravillados. Tal es la ausencia y la rareza, que si Ud. googlea “arboles grandes en Centroamérica” los primeros resultados de la búsqueda serán los “árboles” navideños de metal, cables y luces que en Guate, Tegus o San Salvador se han puesto de moda en malls y plazas. Que pena.

Los niños citadinos y los no tan niños de hoy, no tienen idea —o quizá una vaga— de lo que significa mecerse en una rama frondosa, encaramarse en un palo de mango, aguacate, tamarindo o una palmera los más “melaninosos”; La adrenalina y dopamina que se libera cuando, en las primeras prácticas de alpinismo empírico, se logran alturas importantes camino a algún barrilete enredado, alguna fruta seductora o simplemente por la terquedad y espíritu aventurero de ser niño.

Pocos disfrutan ahora de un “pestañazo” bajo la protectora sombra, refugio del inclemente sol; la experiencia de dejarse hipnotizar por el vaivén lento y majestuoso visto desde la base del frondoso árbol; el agudo ejercicio visual de identificar a algún perico inmóvil entre las ramas verdes; el “tatuar” gracias a algún objeto punzante el tronco del árbol con alguna tontera o con un nombre entrañable de amorío infantil o adolescente; la inigualable emoción de desprender el fruto gracias a la buena puntería con piedra o garrote; el sufrimiento... la tristeza de ver ese gran compañero enfermo o sacrificado porque ya no puede más o porque los grandes decidieron ampliar la casa y sacrificarlo.

Muchos nombres y rostros de cipotes de mi cuadra ya no los recuerdo. Pero hay 4 amigos que si recuerdo: El palo de aguacate (Persea americana), el palo de mango (Mangifera índica), el cocotero (Cocos nucifera) y el limonario (Murraya paniculata) que estaban en el patio, de esos tengo bonitos recuerdos.

Desde la sombra de esta acacia cerca de Punuare les deseo, feliz día del árbol.

Bendiciones a todos.

W. Cruzant.

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