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Conectar


En cierta ocasión, Concha Buika —talentosa intérprete española de padres africanos— quien es una cantante con una sensibilidad digna de un verdadero artista. —porque no es lo mismo ser cantante a ser artista—, narró algo que me pareció maravilloso.

En su última gira mundial, donde abarcó los 5 continentes y donde cantó mayoritariamente en español, Buika cuenta como —sin conocer el idioma— las personas que escuchan las canciones, reaccionan con las mismas emociones en los mismos momentos de las melodías.

Ella arguye que se trata de un código oculto y secreto —así le llama ella— que está detrás de la lengua, detrás de la música. Y que particularmente las artes se encargan de desnudar. Un código que algunos podemos llamar espíritu, y que al final es lo que delata que somos y venimos, al final de cuentas, de la misma factoría. Que a pesar de tener diferente lengua, piel, historia y pensamientos no somos más que miembros de la misma tribu. Dispersos sí, pero con un mismo origen.

Para quienes tenemos una creencia cristiana esto es fácil de comprender. Pues creemos en un origen compartido, en una sangre única que nos ata, y que nos permite atraernos a una cofradía ineludible —propósito supremo de quien nos creó—. Pero hay otros que no logran reconocerlo. Al alejarnos de esta paternidad y origen compartido, empezamos y terminamos por despreciarnos, odiarnos, ignorarnos. En esta condición no somos capaces de ver nuestro hilo común y nos vemos lejanos, desconocidos… y con ello extraviados unos de otros. A menudo ni siquiera tratamos de encontrarnos, solo sabemos que nos falta algo o alguien y no sabemos qué hacer. Nos herimos, nos odiamos, nos matamos. La historia lo cuenta.

Él, cambió nuestras lenguas pero nos legó una capacidad maravillosa que nos conecta, una capacidad que está implícita en su creación y de la que probablemente solo nosotros —a su imagen y semejanza— somos capaces de ver: Logramos amar. Amamos a personas, amamos la tierra, amamos animales y amamos aquello que no se logra ver pero que es parte de ese “código secreto”. Buika logra “conectar” con un intervalo de su voz, con un acorde… pero no todos somos artistas. Otros se conectarán con el dolor propio y ajeno, con la bondad, con la fé sincera, con la paciencia que a pesar del vendaval se tiene, con la templanza de quienes no se dejan doblegar y que con ello inspiran, con la alegría que más que eso es gozo. Con el amor. Eso que el Padre nos facultó a compartir y sin el cual nada de lo que hagamos sirve. Nada.

W. Cruzant.

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P.D. Miriam me ha enviado desde el hospital, una imagen que me hecho pensar en estas cosas. En la imagen, una esposa postrada, en posición de niño con miedo convalece en la cama y a su lado de rodillas, su esposo… quien sollozante ora por ella, esperando sin duda un milagro. ¿A quién esta escena no logra conectar?

“Dios conceda su milagro” le dije a Miriam.

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