Superhéroes
De niños fantaseamos con la idea de ser superhéroes. Marvel comics, DC comics y otras compañías dibujaron en nuestras mentes el estereotipo de superhéroe, y aun hoy lo siguen haciendo con sus superproducciones cinematográficas.
Aunque los superhéroes son personajes de ficción —al menos de la forma en que los describe Marvel y demás— existen personas que realmente sobrepasamos la norma, personas que trascendemos los umbrales de lo soportable y que con estoicidad vivimos día a día nuestras vidas a pesar del continuo ataque de villanos reales —no de comics—, que arrebatan nuestra paz, que infunden miedo y terror, que nos hacen creer que la vida no vale lo que creímos que valía; Astutos rufianes intentan persuadirnos de que hacer el bien no vale la pena y que, mientras más salvajemente impongo mis reglas, deseos y aspiraciones; más efectivamente las lograré.
Cuando hablo en plural —al decir “sobrepasamos”— me refiero a los que habitamos dentro de este territorio. Si, nosotros, los hondureños que casi a diario nos enfrentamos a poderosas e inescrupulosas fuerzas del mal y aún así, seguimos de pie.
Muchas bajas, si —por caer en batalla, por emprender la huida o por aliarse con el enemigo, igual bajas— Pero la mayoría seguimos aquí… con temores pero, infatigables.
Permítanme explicar porque somos una especie de superhéroes:
Desde más de una década esta noble sociedad de gente sencilla, trabajadora, pacifista y a veces inocente; se enfrenta a “dos grandes colosos”, —demonios si se quiere— que aparentemente, y a nuestro pesar, se han ido fortaleciendo y consecuentemente han ido atenuando nuestras fuerzas. Me refiero a la VIOLENCIA y a la CORRUPCION.
—Aaaay Wilmer, tema trillado— Si, lo sé, igual que el tema del amor, de la solidaridad, el respeto, la empatía, el perdón etc; lo sé… Pero tan vigentes como siempre y como nunca. No me quiero poner romántico ni muy filosófico al respecto. Quiero ser más bien práctico. En fechas recientes viajé a la ciudad de El Ocotal en Nicaragua. Vecino del que hemos escuchado —cual historia de fábula, por lo ajena que parece a la realidad del triángulo norte— que no hay delincuencia. En este viaje escuché testimonios, que si bien no hacen ciertas al 100% estas historias, si dan fe de que “los mucos” viven una paz envidiable. Limitados y oprimidos económicamente, pero en PAZ. Ellos se asustan cuando se enteran de lo que pasa en nuestro país, lo que para nosotros es el diario vivir para ellos suena extraordinario y lejano, y su realidad es para nosotros tan envidiable como hilarante.
Don Miguel Facussé, narraba ayer en un programa radial, cómo se quedó atónito cuando de visita en Managua —para el bautizo de su nieta— su hija le llevó a casa y solo empujó la puerta. El con asombró le preguntó: —¿qué pasó hija, la dejaste sin llave? —Ay papá es que perdí la llave hace tres meses. —Oigan pero ustedes, mis nietos…, No están seguros. La muchacha lo sacó de la casa y le dijo: —No papá tranquilo mire, acá nadie tiene muros, ni alambre de púas, mire a los cipotes jugando.
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Acá la historia es tan distinta. Tan cerca y tan lejos de los queridos “mucos”...
Nosotros peleamos batallas diarias. Que quizá serían más sufribles si los mismos medios de comunicación no contribuyeran con su “combustible amarillo”. Esa “leña al fuego” que les genera enorme combustión en sus ventas pero que para nosotros es “kriptonita”, el elixir tóxico y “radiactivo” que va minando nuestra salud mental, nuestras fuerzas, nuestras esperanzas... y nos hace cada día más y más vulnerables a los demonios en cuestión.
Solo como ejercicio: Echen un vistazo a las 4 últimas portadas de uno de los diarios más leídos del país. —Lo adjunto en este post para su comodidad— (80% de las notas de portada son una narrativa sangrienta y en su defecto una novela de corrupción que, ojalá como las novelas convencionales, tuvieran un final. —ni siquiera aspiramos de momento a un final feliz—
El otro monstruo: La corrupción.
De este ni hablar. Cada hondureño ha tenido su propio encuentro con él. Cada uno puede dar cátedra de cómo afecta su vida cotidiana y de cómo sin desearlo despierta en su interior sentimientos de rencor, animadversión tristeza e impotencia.
Somos héroes en una villa hostil. Sólo que en este “comic” nos toca salvarnos a nosotros mismos. Creíamos que teníamos héroes a los que enviar el SOS pero… ya es hora que nos demos cuenta que nadie vendrá por nosotros. Que con la ayuda de Dios y la fuerza y sabiduría que Él nos permita, es que podremos pelear esta dura batalla.
Somos héroes modernos. La historia, para quienes nos sucederán, contará inspiradores relatos de identidad, integridad, ética, vela por el bien público, interés responsable por lo que pasa y aun relatos de rebeldía contra todo aquello injusto, arbitrario u oculto que nos afecte como país.
Somos nuestros propios SUPERHÉROES
Abrazos y bendiciones amigos.