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"Hondureños, los más felices del mundo"


Medir la felicidad en los países está de moda, —aun cuando se hace de manera sistemática desde 1972 cuando el reino de Bután decidió crear el “Índice Nacional de la Felicidad” —.

Para cualquiera de nosotros medir la felicidad bastaría en evaluar cosas como el salario, el tipo de vivienda que se habita y la residencial que la ocupa, el auto que se conduce… etc. Sin embargo, medir la felicidad es un poco más amplio y complejo que eso, al menos en las nuevas métricas que se usan en documentos como el del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, por ejemplo.


Honduras según la encuesta que mide el índice de felicidad en el mundo, hecha por Cid Gallup a fines del año anterior, se ubica en el puesto número nueve. ¡¡Nueve en el mundo!!. ¡Es decir solo hay ocho países más felices que nosotros en el mundo!, —¿En serio Cid Gallup? — incluido en esa lista uno de nuestros vecinos, Guatemala, que por cierto es de los más desiguales del mundo (noveno en el ranking planetario) según el Banco Mundial. (Honduras por cierto es el número 6 en esa misma lista de desigualdad).

Muy diferente es el lugar que ocupamos en el “World Happines Report 2015” (Reporte de Felicidad Mundial 2015) que nos ubica en el puesto número 105, y donde los países más ricos y prósperos como los nórdicos (Suiza, Dinamarca, Suecia, Islandia, Noruega … ) ocupan los primero lugares.


Las mediciones serias de estos índices de felicidad consideran nueve aspectos para llegar a los datos finales:

Variables tradicionales como:

1. Salud 2. Educación 3. Diversidad ambiental 4. Nivel de vida 5. Gobernanza

Y más recientemente variables como:

6. Bienestar sicológico 7. Uso del tiempo 8. Vitalidad comunitaria 9. Cultura


Aun considerando estos aspectos específicos, medir la felicidad se convierte en algo bastante subjetivo, según opina el premio nobel de economía; el sicólogo Daniel Kahneman (Quizá uno de los principales especialistas del mundo en el tema de la felicidad de los países). La respuesta que se busca de la persona es si es no feliz, y para dar esa respuesta la persona no necesariamente pensará en ese momento en el nivel educativo que posee o si el nivel de gobernanza en su país es el adecuado, o si hace o no buen uso del tiempo. La persona generalmente responderá de acuerdo a su estado de ánimo. Diferente sería cuestionarle acerca del bienestar que experimenta, que según Kahneman, es algo más complicado que la felicidad, y cito:


“el bienestar — a diferencia de la felicidad— significa que tienes un buen estado de ánimo pero también quiere decir que cuando piensas en tu vida estás complacido y satisfecho con ella y también significa que no experimentas mucho dolor”.


Ahora, hagámonos concretamente la pregunta: ¿soy una persona feliz? O más bien replateemos la pregunta de acuerdo a la diferenciación que hace Kahneman (entre felicidad y bienestar): ¿soy una persona que goza de bienestar? O dicho aun de otra manera ¿Soy bienaventurado? Entendiéndose por bienaventurado como afortunado y feliz.


Si tomamos a un sujeto de la “campo cielo” y luego tomamos a otro de una de las residenciales de “El Hatillo” (lugares de Tegucigalpa distantes entre sí —en casi todos los sentidos —) y ambos toman en cuenta su nivel de bienestar y no su estado de ánimo… aun así… tendremos seguramente respuestas totalmente diferentes.

Me interesa que comprendamos que no se le está preguntando a la persona si se siente con bienestar en ese momento que se le hace pregunta, sino que de acuerdo a su vida y lo que recuerda de ella, responda si se considera o no una persona en bienestar. Las respuestas podrían resultar, aun tomando en cuenta todo lo anterior, igualmente subjetivas. Pues quizá el que vive en “El Hatillo” no ha gozado de buena salud o no goza de bienestar psicológico. El otro sujeto de la periferia pobre, por su lado, quizá haya gozado, aun dentro de sus limitaciones, de una vida “normal”, con una familia integrada, educación básica y buenas relaciones interpersonales, que en conjunto, se puede considerar como una vida relativamente buena.


¿Entonces cómo medir la felicidad objetivamente? ¿Cómo medir el bienestar? ¿Nos toca sumar todas las buenas experiencias que hemos tenido en la vida? ¿Debemos evaluar una a una las variables de nivel de vida, cultura, educación salud etc.?... No lo sé, quizás las preguntas anteriores sirvan de algo o no sirvan de nada para medir cuan felices somos, pero… ¿saben qué? tengo algunas pistas. Las encontré en las palabras de un famoso discurso dado en la falda de una montaña que por esa razón se conoce como “El sermón del monte”.

En esa ocasión Jesús de Nazaret compartía a sus discípulos y a una gran multitud lo siguiente:


“Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que sufren, porque serán consolados. Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra prometida. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán satisfechos. Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos. Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos. Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras”

Mateo 5:1-12 Dios Habla Hoy (DHH)


Espíritu pobre, humildad, sed de justicia, compasión, corazón limpio, actitud pacificadora, justicia, martirio… son las variables que utilizó el maestro en esta ocasión para medir la felicidad y el bienestar.

Valdrá la pena evaluar que tan dichosos, felices o bienaventurados podemos considerarnos en base a estas variables.


Antes de terminar esta reflexión, quiero citar nuevamente a Kahneman. Quien piensa — y no podría estar más de acuerdo— que en vez de medir la felicidad de los países, debemos preocuparnos por medir la infelicidad. De esa manera podremos ver los problemas que aquejan a las personas en las naciones y podremos tomar decisiones que las mitiguen o erradiquen.


¿Qué piensan, están de acuerdo?

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